Un cambio inesperado: cuando el problema de corazón aparece en la edad adulta
La mayoría de los diagnósticos de cardiopatía en la edad adulta se hacen en urgencias, cuando ya ha aparecido la sintomatología. Hoy en día, el índice de detección temprana es muy bajo, pero ya se están haciendo campañas de prevención de la salud para revertirlo. Además, en las mujeres todavía es más difícil de detectar, puesto que, a menudo, son ellas mismas y los profesionales sanitarios que minimizan los síntomas o los atribuyen a otras patologías.
Los principales factores de riesgo cardiovascular son el sedentarismo y la falta de actividad física, una dieta poco saludable rica en grasas saturadas y azúcares, el tabaquismo y el estrés continuado. Estos factores, además, contribuyen directamente al desarrollo de enfermedades metabólicas como la obesidad, la diabetes y la dislipidemia (la alteración de los niveles de colesterol y triglicéridos, sea por exceso o por defecto).
Cuando el corazón enferma
Enfrentarse a un diagnóstico de cardiopatía en la edad adulta es especialmente desafiando: hasta ahora, has tenido una vida sana, dedicada a la vida familiar, laboral, a tus actividades cotidianas, y no has tenido ningún tipo de experiencia previa con intervenciones quirúrgicas ni con la vida hospitalaria.
El impacto supone un fuerte choque emocional, una bajada importando que implica una mezcla de miedo, incertidumbre, bloqueo, pérdida de control, rabia, tristeza… Y todas estas emociones originan un desequilibrio en todos los niveles: personal, emocional, psicológico, de relación con la familia, con las amistades, con los compañeros y compañeras de trabajo…
En este momento, las preocupaciones que te vienen a la cabeza no solo giran alrededor de la operación del corazón, sino también en cómo afectará la cardiopatía en tu día a día familiar, social y laboral. Caes en una situación de bastante vulnerabilidad porque no estás acostumbrado que sean los otros quienes te cuiden, a tener que tomar medicación y, sobre todo, a hacer cambios en tus hábitos alimentarios, a dejar el tabaco en caso de que fumes, a hacer actividad física de forma regular, a cambiar o ajustar tus actividades de ocio, a tener que cambiar de trabajo o afrontar una incapacidad laboral, a gestionar el malestar que puedas sentir en tu día a día, a reorientar o reconducir tus proyectos de vida…
A partir de ahora tocará tomar conciencia que tu salud tendrá unas características distintas de las que ha tenido hasta ahora, y será aconsejable que aprendas nuevos hábitos que te ayudarán a mejorar y mantener tu estado de salud.
Adaptar el trabajo a las nuevas condiciones de salud
Cuando hay un cambio en el estado de salud, pueden presentarse dificultades para continuar las funciones laborales que habías tenido hasta ahora: disminuir horas de trabajo, dejar de lado expectativas profesionales… e, incluso, hay quien tiene que plantearse hacer un cambio de trabajo.
Dejar de lado algunos proyectos de vida
Cualquier cambio en el estado de salud implica modificaciones en la vida personal, familiar y social. Es imprescindible, pues, hacerse responsable del control y del conocimiento de tu nueva situación e implicarse de forma activa. El autocuidado se define como el conjunto de acciones que llevamos a cabo las personas en nosotras mismas para mantener el estado de salud, evitar comportamientos y acciones que puedan dar lugar a un empeoramiento de la situación, y a la detección temprana de los signos y síntomas que puedan indicar una descompensación de la enfermedad. Las respuestas y estrategias que cada persona adopte serán fundamentales para minimizar las repercusiones en el día a día.
Estás a tiempo de cambiar
Modificar los hábitos de vida que han contribuido a la aparición de la enfermedad está en tus manos, porque tanto el tratamiento de las enfermedades metabólicas como el de las enfermedades cardiovasculares se basa en tres pilares esenciales:
- Dieta saludable basada en la dieta mediterránea: fruta y verdura de temporada, legumbres, proteína (huevo y carne blanca) y pescado (sobre todo azul pequeño); grasas: aceite de oliva; técnicas de cocción: plancha, horno, vapor o freidora de aire; evitar los ultraprocesados; cocinar con poca sal; mantener una hidratación optimizada según consejo médico.
- Ejercicio físico adaptado a tu capacidad física, por lo menos cinco días a la semana; combinar ejercicio aeróbico con ejercicio de fuerza, estiramientos y equilibrio; no tienen que pasar más de dos días de descanso entre las sesiones de ejercicios.
- Fármacos: tratamiento personal revisable cada seis meses, especialmente si hay varios interlocutores de salud.
A pesar de que los medicamentos ayudan a controlar los síntomas y a mejorar la salud, no basta con seguir solo el tratamiento farmacológico. Es crucial adoptar hábitos de vida saludables que incluyan una dieta equilibrada y ejercicio físico regular para mantener un buen estado de salud a largo plazo.
Buscar ayuda psicosocial y acompañamiento emocional puede ser clave para hacer el proceso de luto de dejar de ser una persona sana y adaptar tu vida en las nuevas condiciones enfocándote en aquello que sí que puedes controlar. Hace más de 15 años que la Fundación CorAvant atiende jóvenes y adultos que viven con una cardiopatía y a sus familias, y trabaja estrechamente con los profesionales sanitarios de los hospitales de referencia para poder ofrecer un mejor acompañamiento.