En pocas semanas los investigadores obtuvieron el código genético del virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad de la covid-19, y en pocos meses empezaban los estudios de las primeras vacunas. Al final del año, millones de persones ya tenían la pauta de vacunación completa.
Ciertamente, la investigación está en boca de todos. Pero cuando hablamos de investigación, ¿de qué estamos hablando? ¿Hay una sola manera de hacer investigación? Quizá el primer paso debería ser el de consensuar una definición para poder seguir. Actualmente, para algunos se considera la investigación como una actitud, una manera de trabajar abierta a nuevos conocimientos, un talante, un interés para avanzar, una capacidad para interpelarse, para compartir, discutir y supervisar con el equipo, con el grupo de investigación, con los científicos o con los estudiantes… Para otros, en cambio, sería necesario reducir el concepto de investigación al descubrimiento, al hallazgo original, único, que permitiría avanzar a la ciencia en el conocimiento de un nuevo tratamiento de una enfermedad concreta, de un nuevo avance en nanotecnología o de una nueva teoría filosófica.
Para empezar propongo la siguiente definición:
Investigación es la exploración sistemática (y original) generadora de nuevos conocimientos objetivos, que dan unos resultados contrastados y con posibilidad de replicación.
Seguro que encontraríamos otros, pero podemos empezar por aquí. Con esta definición podríamos afirmar que es posible hacer investigación en universidades, en hospitales, en laboratorios, en centros de investigación, sin embargo, se debe tener en cuenta que la investigación, en general, está sometida a la presión de una serie de efectos que me gustaría recuperar.
En una publicación de hace unos años, en la cual se citaba a Ramon María Nogués, describía los 5 «efectos» que condicionan la posibilidad de hacer investigación (Pérez Testor, 1998):
- Efecto capital
- Efecto metrópoli
- Efecto paradigma
- Efecto Internet
- Efecto tecnología
Estos 5 efectos eran importantes a finales del siglo pasado y siguen siendo importantes ya bien entrado el siglo XXI.
Efecto capital
Con este término nos referimos a la paradoja que quién decide qué se debe investigar no es el investigador, sino quien finanza la investigación en cuestión. Uno no puedo investigar lo que cree necesario, sino aquello que le encargan o subvencionan.
Si quien finanza la investigación es la administración, ésta pone de entrada una serie de filtros para asegurar que el dinero público se destine a una finalidad adecuada. Por eso las administraciones hacen sus planes de investigación que marquen qué se pueden investigar y, por tanto, qué no.
- No se financian investigaciones que no estén realizadas en grupo. Esto significa que un investigador solo queda fuera, y todas aquellas investigaciones que se pueden hacer a partir del trabajo de reflexión solitaria, también quedan fuera o prácticamente no existen.
- Los grupos que empiezan o no tienen un currículum suficiente no tienen acceso a las becas. Esto significa que los grupos emergentes deben espabilarse para lograr financiación marginal, fuera de los circuitos formales, para sobrevivir. Es el conocido «Efecto Mateo», según el cual los grupos que más tienen más reciben, y a la inversa.
- El investigador principal con capacidad de liderazgo, que ha logrado organizar un grupo de investigadores motivados y con un currículum adecuado (mínimo 5 son doctores, tienen publicaciones en revistes con factor de impacto, etc.) debe dedicarse a buscar financiamiento, rellenar solicitudes, y no tiene mucho tiempo para investigar: otra paradoja de la investigación. Una especie de nuevo «Principio de Peter»: el buen investigador se convierte en un mediocre buscador de dinero público y privado, y lo peor es que, a veces, ya no puedes volver a subir al tren de la investigación especializada.
- Debe investigarse en temas que alguna comisión ha considerado «prioritarios». Si no se realiza investigación en estos campos, ya puede olvidarse rellenar solicitudes. Esto en cuanto al tema de financiamiento público. Si el financiamiento es privado los temas de investigación vendrán marcados por la empresa que financia la investigación y su publicación dependerá de los resultados obtenidos. Es difícil pensar que una empresa publicará resultados contrarios a su fármaco, o que una administración pública dé a conocer resultados contrarios a su política, aunque la publicación de resultados sea un imperativo ético.
Efecto metrópoli
Este efecto se basa en el dominio de la “polis”, que en los últimos 50 años son los Estados Unidos. Una investigación que no se comunique en inglés no existe. Esto significa que publicar no es suficiente. Es necesario publicar en inglés, en revistes indexadas y con factores de impacto. Si se publica en una revista indexada, el resumen del artículo entra en las bases de datos internacionales como el MEDLINE, Excerpta Médica, Psycinfo, etc. y, solo clicando una tecla, sale el resumen juntamente con un listado de todos los que han investigado sobre el mismo tema.
Actualmente es muy fácil ir a una de estas bases de datos y preguntar qué se ha publicado en el mundo sobre el tema que nos interesa (actualmente se publiquen casi 30.000 revistas biomédicas). Solo cruzando un par de «palabras clave» (obviamente en inglés), sabremos qué se ha publicado sobre el tema en USA, en Inglaterra o en Canadá; pero no sabremos si compañeros de una institución de nuestro país han publicado algún interesante artículo con población catalana en alguna revista que no esté indexada.
Efecto paradigma
Existe un estilo de investigación dominante. Es el experimental, el paradigma positivista. Si uno quiere investigar, es necesario que domine la sofisticación metodológica y estadística, la tecnología dura, los diseños seguros, la selección de temas “con mercado”, etc. Si no se tienen en cuenta tales cuestiones, se corre el riesgo, una vez más, de quedar fuera, de no existir. El sistema de evaluación de expertos o revisión de expertos (peer review) consiste en el hecho de que una serie de «referis», evaluadores, leen los trabajos que pretenden ser publicados y evalúan la calidad «científica» del producto. Si no son experimentales o no cumplen lo mencionado anteriormente, lo más probable es que sean devueltos a su autor.
Efecto Internet
Internet ha hecho desaparecer las distancias, y el tiempo ha cambiado de magnitud. La información es tan rápida, tan cambiante, que ha dejado de ser fiable e incluso puede ser tóxica.
Actualmente puedes conectarte en tiempo real con cualquier lugar del planeta que tenga una conexión telefónica y electricidad, y puedes obtener resultados de diferentes investigaciones antes de que salgan publicadas en las revistas especializadas. El sistema de introducir un artículo en internet y que lo pueda consultar cualquiera, criticar a todo el mundo y corregir a todos, puede ser una buena alternativa a la publicación, si no se pretende hacer currículum (dado que, al no ser evaluados con anterioridad, no son valorados).
Un nuevo fenómeno aparece a principios de siglo con la llamada “Declaración de Budapest” (Budapest Open Access Initiative, 2002): las revistas «open access». En vez de publicar en revistes subvencionadas por subscriptores y que, por lo tanto, solo pueden leer estos subscriptores, se publica en revistas que puedan leer todos dado que son los investigadores los que pagan a las revistas a les revistes para que estas publiquen sus artículos.
Hemos pasado del «pagar para leer» al «pagar para publicar». Las revistas «open access» tienen los mis estándares y los mismos requisitos del «peer review», pero sin ningún coste para el lector. Las revistas «open access» tienen sus detractores, pero queda claro que han venido para quedarse.
Efecto tecnológico
Las nuevas tecnologías son complejas y carísimas. Los paquetes estadísticos se hacen cada vez más complejos, los procesadores de textos permiten cada vez más posibilidades, y ya no sabemos indexar la bibliografía sin un programa específico. El investigador corre el riesgo de quedar superado una y otra vez por la tecnología si no se recicla de manera permanente. Ello supone dedicad tiempo y recursos a mantenerse al día, tiempo que se pierde de dedicación a la investigación.
A modo de conclusión
Puede parecer que el sistema es injusto porque deja fuera a los grupos nuevos, a los pequeños, a los emergentes y no les brinda oportunidades suficientes. Pero en una situación como la actual, con escasez de recursos para la investigación tan importante, es lógico pensar que quién hará un mejor uso de los recursos, son grupos que han demostrado sobradamente su preparación, puesto que ya han realizado otras investigaciones, las han terminado y las han publicado, porque tienen una masa crítica suficiente, porque utilizan metodologías fiables y contrastadas, etc.
Para la administración o para cualquier institución financiadora es muy arriesgado apostar por grupos nuevos que pueden abandonar la investigación a la mitad, como desgraciadamente sucede a veces, o que no tienen suficiente cualidad metodológica, o son poco profesionales. Además, la administración no puede dedicar fondos públicos a investigar en cuestiones que no son necesarias para el bienestar del país, por muy interesantes que sean. Otra cosa sería ver si no es pueden dedicar más recursos a la investigación en vez de malgastar subvencionando algo sin sentido. Esto requiere otra reflexión.
Es necesario tener presente los efectos «capital», «metrópoli», «paradigma», «Internet» y «tecnología», para entender las dificultades y limitaciones que pueden encontrar quien quiera investigar actualmente, aquí en nuestro país.
Carles Pérez Testor
Psiquiatra y psicoterapeuta. Profesor catedrático de la FPCEE Blanquerna de la Universidad Ramon Llull (URL). Investigador principal del Grupo de Investigación de la Pareja y la Familia (URL)
Bibliografia
Perez-Testor, C. (1998). «La recerca en salut mental: canvis o compulsió a la repetició». De- bats (Fundación Catalana para la investigación), 1998, nº 1: 55-63.
Budapest Open Access Initiative, (2002). Re- cuperado el 25.10.2021 de: https://www.buda- pestopenaccessinitiative.org/
Artículo publicado en la Revista 27 de la entidad (mayo 2022)